Elogio de la transparencia – Arquitectura moderna y positivismo lógico (1925-1933)

La investigación procura procura rastrear y discutir el lazo vislumbrado entre el ideario de la arquitectura afiliada a la Neue Sachlichkeit y la temprana prédica neo-empirista, con foco en una experiencia histórica muy precisa: el contacto entablado entre la Bauhaus en su segunda fase –con sede en Dessau- y el Wiener Kreis –Círculo de Viena- durante la primera posguerra. Una apuesta que invoca el acercamiento entre estos dos mundos y se propone escrutar la efectiva existencia de mutuas coincidencias. Una opción alentada por mi doble formación académica y en línea con lo que ha vertebrado mis más recientes investigaciones: la articulación entre la historia de la arquitectura y algunas claves filosóficas.
En este caso la lupa se cifra en dos focos radiantes que condensan los términos en juego: la gesta de Hannes Meyer al frente de la escuela -a la que impone un fuerte giro ideológico- y el programa que impulsan los miembros del círculo vienés –Otto Neurath, Rudolf Carnap, Herbert Feigl y Philipp Frank, entre otros-, quienes se acercan a la institución alemana, visitan su nueva sede y exponen allí su ideario, en medio de un intercambio académico que
se extiende al Grupo de Berlín y a otros núcleos linderos. Un lazo que parece fundado en un anhelo común, en una misma meta: la construcción de un lenguaje objetivo, universal y aséptico, capaz de reflejar o figurar el mundo -como diría Wittgenstein- o convertirse en su expresión manifiesta. Una fecunda y fugaz coincidencia que ha sido apenas rozada por la filosofía y sus herramientas.
Y es aquí donde se recorta el emblema de la transparencia: en el ansiado hallazgo de una estructura capaz de apresar los hechos sin mediación ni interferencia; un reclamo que supone la purga despiadada, la cruda reducción formal, la feroz supresión de lo superfluo. Así, la voz rotunda y altiva de esta arquitectura “objetiva” condena todo esteticismo y se reclama inapelable y perpetua, dada la precisión unívoca de su respuesta; la filosofía descarta entretanto su apuesta tradicional –el estéril planteo de sus grandes desvelos- y se atiene a clarificar el lenguaje ordinario mediante el análisis lógico y sus instrumentos. En este punto convergen filósofos y arquitectos: promueven la conjura de la metafísica y el rechazo del ornamento. Niegan o matan a sus padres, condenan a sus ancestros: bajo esta luz, arquitectura y filosofía dejan de ser tales para empezar a serlo.
Sobre esta base se procura mirar más hondo y más lejos: someter esta presumible alianza a un doble foco disciplinar y, en especial, al ojo de la arquitectura. Escrutar en detalle el citado contacto histórico y sus fundamentos, a fin de evaluar su composición y su peso.