Del Discurso a la Práctica Arquitectónica. Los Conjuntos Habitacionales de los Siglos XX y XXI en Argentina

Resumen:

El proyecto de investigación está dirigido a la formulación de un modelo de interpretación teórico sobre las características tipológicas de los espacios urbano-residenciales de los complejos habitacionales construidos por el Estado; el cual posibilite entrever cómo los modelos hegemónicos generan un correlato en la configuración espacial.

Es decir, las relaciones y características que se generan entre los distintos conceptos ideológicos y su reciprocidad en las tipologías urbano-residenciales en cada uno de los periodos seleccionados para el estudio y como se manifiesta el concepto de Stimmung definido como; lo que posibilita la creación de una atmósfera psíquica adecuada para habitar, en la que cada persona puede encontrar un ambiente favorable para vivir, reposar y sentirse identificado.

Para el análisis historiográfico de las tipologías se consideran como los períodos más representativos a abordar desde la creación de la Ley Nacional Nº 9677 de Casa Baratas promulgada en el año 1915 hasta la actualidad en Argentina.

A-priori, los periodos de estudio se dividen en cinco recortes temporales:

  1. Las primeras viviendas obreras; periodo en el que el país se encontraba gobernado por gobiernos conservadores que aplicaron un modelo liberal y agro-exportador. La búsqueda de representarse como un país pujante y moderno significó para la arquitectura la utilización del eclecticismo como lenguaje, -si bien se utilizaron varios estilos en la obra pública- la arquitectura neoclásica tuvo un lugar preponderante en su tentativa de mostrar la modernidad de acuerdo a los cánones “europeos”. Aunque no se construyeron muchos complejos habitacionales, los que se aprecia es una coherencia entre el modelo político/ideológico y la arquitectura como expresión espacial de esa modernidad.
  2. El periodo de posguerra implicó la implementación del Estado de Bienestar con base en políticas keynesianas fomentando la obra pública y donde los conjuntos habitacionales formaron parte de un modelo de desarrollo nacional y federal. La utilización formal del “chalet californiano” y el pintoresquismo a nivel urbano-residencial represento un modelo de integración, ascenso social y apropiación del espacio por parte de la ciudadanía, subsistiendo hasta nuestros días en la memoria colectiva de la sociedad, por lo que se terminó de afianzar las políticas de vivienda como institución.
  3. A partir de mediados de los años 1960 hasta 1980 se produjeron los grandes complejos de vivienda, donde se observa una gran densificación de uso del suelo. La intervención de organismos internacionales como el BID en la financiación de los mismos y el alineamiento del país con la Alianza para el Progreso implementada en gran parte de Latinoamérica. Esto significó la introducción de un nuevo paradigma espacial, en la arquitectura y en la configuración de los espacios públicos. Como ejemplo de estos proyectos podríamos tomar los complejos “Luis Piedra Buena, villa Soldati, etcétera. Al mismo tiempo durante este periodo aparecen diferentes teorías por parte de arquitectos y sociólogos latinoamericanos que tratan de explicar las características urbanas en nuestros territorios y por qué difieren espacialmente a la de los países centrales.
  1. La década de 1990 con el neoliberalismo, implicó un periodo en el cual el Estado Nacional le transfiere a las provincias los fondos para la construcción de viviendas, sí bien se continúan los distintos programas ya existentes en periodos anteriores, se acentúan los conceptos de minimización de costos de la vivienda, los espacios mínimos, aspectos que repercuten directamente en la calidad de los espacios públicos y en la calidad del hábitat.
  2. El periodo que corresponde a los años 2003 hasta la implementación del PRO.CRE.AR. Lo interesante de esta etapa es la vuelta a un cierto “keynesianismo” en la obra pública, la implementación del PRO.CRE.AR fue un intento de mejorar la calidad espacial de los complejos habitacionales después de décadas de deterioro, aunque aún queda por ver los resultados en cuanto al impacto social que han tenido.

En este sentido la división en cinco periodos temporales es tomada con el convencimiento de que en cada periodo se expresa la existencia de un paradigma hegemónico y representativo -más allá de la coexistencia con otras concepciones políticas y disciplinares-.

Lo que hace al modelo hegemónico interesante para el análisis es su convalidación y representación social, es decir, cómo se expresan sus conceptos y teorías espacialmente al interior de los complejos habitacionales.

Sí tenemos en cuenta el crecimiento demográfico de nuestras ciudades, se hace imperioso interpretar teóricamente y metodológicamente desde lo disciplinar como los modelos implementados desde el Estado se expresan espacialmente en la intervención del territorio. En nuestro caso, ese pequeño fragmento de territorio que representan los complejos habitacionales construidos por el Estado.

Con el fin de acercarnos de forma cautelosa a una definición de territorio, lo consideramos como “un producto espacial de una determinada relación social (Robert Sack, 1986). Esto nos permite, en una primera instancia que se asuma para el análisis de los conjuntos habitacionales cuatro categorías, por las cuales el espacio puede ser examinado: la forma, la función, la estructura y el proceso (Milton Santos, 1985) [1].

Así podremos observar una acentuada problemática, una falta de equidad espacial, un menoscabo en la planificación del territorio, una inclusión-exclusión por parte de diferentes sectores de la sociedad, una constante marginación hacia los centros urbanos, etcétera, aspectos que se han visto acentuados con el capitalismo como modelo de producción y acumulación.

La reciprocidad que se genera al interior de la institución[2] implica una relación no estática generando constantes procesos sociales, y una retroalimentación entre los actores que la componen, aunque no siempre con implicancias equitativas entre los miembros. Los cuales son: el Estado a través de sus políticas gubernamentales; el arquitecto/urbanista con una visión disciplinar sobre la problemática a resolver; y al usuario como receptor y hacedor con sus propias expectativas e imaginarios sociales, las cuales son permanentemente elaboradas y re-elaborados en el tiempo, generando un proceso continuo de ida y vuelta entre el imaginario social al interior de los complejos y la objetivación social dado por los sectores sociales exógenos a los complejos habitacionales.

En este sentido la importancia de lo Ideológico como variable –entendida como una forma de percibir e interiorizar una visión del mundo- y que impregna las decisiones al momento de la aplicación de las políticas públicas, las respuestas proyectuales y las expectativas e imaginario social de los usuarios, aspectos no estáticos y que han generado un amplio repertorio formal desde los primeros complejos de viviendas obreras hasta la actualidad.

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[1]  “La forma es el aspecto visible de un objeto o de un conjunto de objetos, en este caso, formando un patrón espacial. Así, una ciudad, un área rural y una casa son ejemplos de formas espaciales. La función es una tarea o actividad desempeñada por una forma (objeto). Los aspectos sociales y económicos de una sociedad, en un momento dado, producen la estructura, o sea, la naturaleza histórica del espacio en que las formas y las funciones son creadas. Y, finalmente, el proceso es una acción frecuentemente continua que posee un resultado cualquiera (cambio).”

[2] Entendida desde el punto de vista epistémico, como todo acto que se repite con frecuencia y crea una pauta que luego puede reproducirse con economía de esfuerzo y que ipso-facto es aprehendida como pauta por el que la ejecuta” (P. Berger y T. Luckmann, 1979).